La Frontera sin Coyote

Aquí las cosas no van bien, es mas siempre van peor, la carga de la vida cada vez es más pesada, me duelen tanto los hombros que ya se cansaron de sangrar y lloro porque aunque no puedo alimentar mi cuerpo, puedo alimentar mi alma.

Nunca tuve sueños o ideas para el futuro, solo sabía que tenía que despertar  y que mi misión ese día era sobrevivir, procurábamos por todos los medios  alimentarnos, uno deja de ser selectivo, y come de todo, algunos pensarían que vivir la vida entera de este modo ya me hubiera acostumbrado, que no conocer una comida caliente toda mi vida, no la extrañaría, pero usted no me puede ocultar las realidades ajenas, niños que pasan en los autos que limpio, niños bien vestidos, niños limpios, los veo con añoranza, ¿que se sentirá? Por las ventanas de los restaurantes están ustedes y no se dan cuenta de mí, nadie les dijo alguna vez, que es de mala educación comer frete al hambriento.

A veces de noche, cuando deambulo por las calles y me enfrento a la crudeza de la vida, me pregunto ¿Por qué yo? De toda la gente que vive en estas grandes casas, porque yo tuve que nacer aquí, ¿estaré pagando los pecados de mis padres? ¿Dios me estará castigando? ¿Dios? ¿Qué es Dios? Yo no sé quién es, y créanme que una vez escuche que el alimento a mucha gente, tal vez por eso me gustaría conocerlo, pero qué más da, es difícil creer en eso cuando uno tiene hambre, es difícil creer en todo cuando uno muere de hambre.

Esta enfermedad tan maldita que se cura con la bondad de la gente, a mí nadie me ha dado medicina, mis papas hace mucho tiempo que desaparecieron, dicen que mi mama era prostituta, y mi papa es marero, que asco me doy, soy lo que la gente llama escoria de la sociedad, ya no me siento mi propia hediondez, aquí se vinieron todos a vivir, pues yo me vine detrás, de todos modos, no soy de nadie, no pertenezco a nadie.

No tengo nombre

Conforme fui creciendo le aprendí  la maña a la vida, hoy a mis 13 años verdaderamente he aprendido a vivir, hacer negocios aquí, allá, es fácil robar eso ni que se diga, lo realmente difícil es vivir con el remordimiento y aunque mi abuela es lo único que tengo, ya me di cuenta que se le notan los años, su trabajo ya no cuenta y si antes nos alcanzaba para frijol, ahora ya ni el caldo.

¿Dígame qué hago?

No sé leer, no sé escribir  y no porque no quisiera, pero dígame usted que prefiere, morirse de hambre o morirse de idiota.

Hay rumores de que la vida es más fácil al cruzar la frontera, vinieron unos gringos el otro día a hablarnos de su Dios, ese que les da educación y comida a todos por igual, el de la bandera rojo con azul, sería bueno estar ahí, ¿Por qué no nacimos ahí? O mejor aún ¿Por qué nos convertimos en esto? Miseria por todos lados, aquí apesta, siempre tengo frio, siempre tengo hambre.

-Yo me voy- le dije a mi abuela un día, ándate me dijo, mejor así antes de que me mires morir.
En un bolsón metí la poca ropa percudida que tenía, y a la suerte del burro pobre, me aventure a México, tal vez no tenía mucho dinero, pero la astucia callejera me ayudo a llegar, colgado de camiones, agarrado de palanganas, así lo hacemos nosotros, el chiste es que ya tenía a donde ir.
Las fronteras son un chiste, una burla de la humanidad una separación idiota, como si no fuéramos todos de la misma especie, como que si los unos le hicieran mal a los otros, nos separan como en corrales para no mezclarnos y lo triste es ver que todos somos tan iguales.

Yo me valgo del rumor para sobrevivir, y por ahí decían que para ir al otro lado había que pagar un dineral, pero yo vivo de la esperanza (y esa no vale nada), así que averigüe el camino y me aventure solo.

Empecé a caminar en el desierto, en el camino me encontré a otros patojos, ellos huían de otras cosas, pero teníamos algo en común, a todos nos perseguían, la miseria, la desolación, la pobreza, la discriminación, la falta de educación, la soledad.

Que irónica la vida, salimos de un desierto para entrar a otro, en el que estábamos todos hablaban de nosotros, pero nadie hacia nada por nosotros, en el que estamos a punto de entrar, nadie sabe de nosotros, ni queremos que sepan, me recordé cuando llego el candidato político a nuestra colonia, lo quería ver de cerca, me acerque lo más que pude, aunque me empujaron, ofreció muchas cosas por nuestro voto, si fuera más inteligente hubiera entendido que nosotros los marginados ni votamos.
Mis pies están comenzado a resentirse, y el de los demás niños también, cuando paso la mano por mi rostro noto una capa tiesa de arena, el calor es intenso y encontramos un árbol, a lo lejos se aparecen dos hombres, yo sabía que eso no era bueno (me congele) visten de negro o por lómenos así lo recuerdo y agarran a las patojas, yo no hice nada, uno se vuelve así apático, nulo, sin intereses, cuando uno crece como yo, le da miedo sentir y no siente  y si a pesar de esto siente que no hice nada, y que por eso soy malo, deje me decirle, usted, que no hace nada, pero es culpable de todo, usted si es malo.
Una patoja no logro aguantar, la otra si, la dejamos, como recuerdo, ahí está su pecado, ojala que más de alguno encuentre sus huesos y sienta piedad por ella, o mejor aún que sienta remordimiento, eso si necesita el mundo en estos días que la gente se sienta culpable. Tanto pecador sin culpas es lo que hace la impunidad. (MALDITOS)

Llegamos al rio, ese que hay que cruzar, nunca antes había visto yo un montón de agua junta, no sé qué es nadar, tengo miedo, esperamos que todo se oscurezca y de repente noto algo que tal vez nunca había visto, el reflejo de la luna sobre el agua, está flotando y se mueve, algo nos quiere decir, me da paz.
Empezamos a cruzar y siento el agua fría inmediatamente se congela mi nariz, el agua me empieza a llegar al pecho y apenas voy a la mitad del rio, tengo miedo y estoy llorando, estoy temblando, quiero vomitar, uno puede pensar que ya es un hombre a los 13 años, pero la situación me hace sentir como un bebe de nuevo, indefenso. Ya no siento nada debajo de mis pies, el agua ya paso mi rostro, trato de mantenerme a flote, pero la corriente es muy fuerte, de repente ya no veo nada, todo está muy oscuro, no veo ni siento nada, (¿Así será la muerte?) no puedo gritar ni pedir ayuda, agito mis brazos y mis pies, algo me está arrastrando, (es la muerte) no se supone que terminaría así, ¿me voy a rendir? Y entonces dejo de moverme, soy un cuerpo sin vida, soy menos que nada, soy aire flotando en ese rio color carbón.




……………….


….


Me despierta una sed inmensa, empiezo abrir los ojos, pareciera que los tengo pegados, el sol pega en el rostro con fuerza, hasta se siente como si me diera bofetadas, estoy seco no sé qué paso, tengo más hambre de la que estoy acostumbrado, alguien grito, -aquí hay uno- intento levantarme y correr pero mis piernas desmayan y vuelvo a caer, uno de ellos me toma del cuello me dice –tranquilo mijo- me inclina para beber agua, estoy sorprendido, me pregunta mi nombre y me da algo de comer, tiene botas y sombrero, después llega una mujer ya de edad avanzada, me da ropa limpia y me coloca unos zapatos.

¿Quiénes son?

¿Por qué hacen esto?

Nunca en mi vida había experimentado la bondad humana como hoy y en estos 13 años de mi existencia hoy entiendo que es querer empiezo a llorar desconsoladamente y abraso al señor, el me abraza y llora conmigo, después de una charla larga en su carro, me dan la opción de regresarme o seguir mi camino. (Decido seguir) pienso que si regreso seria suicidio, pero si sigo mi camino, tal vez moriría pero buscando la vida.

Entonces me dan una mochila con alimento, botellas de agua, la señora besa mi frente y continuo mi camino con otros tres adultos que también habían pasado por la misma suerte de encontrarse a estas personas, el desierto es más pesado, hay más arbustos con espinas que pasan raspando mis tobillos, el sol no deja de abofetearnos, noto en el rostro de los demás manchas rojas, algunas con sangre, (son ampollas) probablemente yo también tenga, pero hace años no me veo en el espejo, ya ni recuerdo como soy.

Esta oscureciendo y es mi 4to día aquí, a lo lejos vemos las patrullas fronterizas, o “la migra” nos escondemos en una loma y desde lejos miramos como agarran a unos sin suerte y los golpean para que se reúsen a huir, ¿quién los mando a odiarnos? ¿Quién les paga por hacernos daño? De repente vemos como las luces de la patrulla nos alumbran, todos salen corriendo y tres patrullas nos persiguen, corro lo más que puedo, siento como mis rodillas se desprenden de mi piel porque utilizo cada gramo de energía en huir, me escodo en unos matorrales esperando que otro haya sido más lento que yo, ahí espero que amanezca, la noche es tan fría, que me orino encima solo para sentir un poco de calor, soy un asco pero ya llegara el tiempo de limpiarme, ahora para mí eso es un lujo.

Con el alaba de la madrugada empiezo de nuevo a caminar, estoy débil, no tengo fuerzas, ahora también tengo sueño y una fiebre que hace que mis ojos quieran salir de mi cuerpo, tal vez estoy enfermo, mi piel esta seca y empieza a descascararse, mis labios parecen hojas secas, ¿Qué estaré pagando? Voy a seguir, no me detendré, finalmente caigo desplomado en el suelo del desierto, mi corazón late muy rápido, tengo mucha sed, me cuesta respirar.

Me voy.

Dicen que mi cuerpo lo encontraron cerca de un árbol, en la morgue dijeron que fue deshidratación, yo los corregiría, yo diría que fue el mundo, que fue el gobierno, que fue la miseria que fue la necesidad.  No fue tan malo morir, fue peor morir en soledad, nadie reclamo mi cuerpo, no les intereso, mi edad causa polémica, en mi país, y en el otro país también nunca logre entrar a un país donde las cosas podían mejorar, tampoco logre salir de donde el mismo país me podía matar, no culpo a nadie, los culpo a todos en general, me enterraron en Cementerio La Piedad en McAllen, TX en el país de la oportunidad.


Es lección de vida, mi vida, América es muerte, pero Guatemala asesina.

Foto por: Carlos Hernandez Ovalle

No hay comentarios:

Publicar un comentario