Sebastián


Supongo que tiene como 9 años, la verdad nunca le había hablado solo sé cosas de él, digamos que mi naturaleza humana como dijo Freud me obliga a interrelacionarme con la sociedad y como consecuencia de ese proceso (chismear) recabe algunos datos que me hicieron crearme una opinión del pequeño Sebastián,  pero si nos remitimos exclusivamente a los hechos, excluyendo así los adornos de las señoronas comunicativas (viejas chismosas) de la colonia, confirmo lo siguiente.
Sebastián es muy delgado, muy alto, tiene unos grandes ojos azules, a simple vista pareciera un niño normal de esos que andan por el mundo creyéndose adultos,  lo que ustedes no saben de Sebastián es  su historia y es precisamente esta lo que a mi parecer lo arrastro a su locura de aquel sábado 8 de diciembre. Su madre una bella mujer de ojos coquetos muy parecidos a los de Sebastián se enamoró en su juventud de un hombre que además de inteligente y vivaz era muy agradable físicamente, pero  (no podía faltar el pero) sus piernas no tenían movimiento desde su nacimiento se transportaba en una silla de ruedas, por lo tanto se dedicó a convertirse en una persona encantadora al punto que la gente olvidara su deficiencia física y es por eso que Agustina la madre de Sebastián se casó con él, pero a los años, después de 3 hijos, muchas peleas y un amor iluso que nunca maduro,  ella decidió ser la mujer a la que extrañan y dejo a sus tres hijos y a su esposo minusválido en busca de una vida mejor, dicen (las viejas chismosas) que ahora tiene una nueva familia y está viviendo el sueño americano y que cada diciembre envía algo de dinero, ropa y algún carta para contrarrestar la tristeza de sus hijos por su ausencia y pues ustedes como yo saben que en este mundo eso de suplir lo emocional con lo material tiende a funcionar.
Entonces la hija mayor Madelin, decidió huir detrás de un hombre que le juro amor eterno y le dio eterno dolor, el hijo de en medio Agustín es un alcohólico que odia el alcohol y el pequeño Sebastián se quedó enfrentando la realidad de un hogar desintegrado, algunas mañanas veía como sacaba a su padre a recibir el sol al patio, el padre siempre con la misma mirada apática como quien pierde algo que jamás encuentra y Sebastián sentado junto a él, como esperando algo que no conoce.
Sebastián en ocasiones hace cosas extrañas como el otro día apareció con unos perros y cuando le pregunte que hacía con tantos perros, el me ladro, un poco confundida y desconcertada me eche a reír  entonces me volvió a ladrar, le pase mi mano sobre el pelo y me despedí tras una serie de ladridos. En otra ocasión Sebastián daba vueltas en la bicicleta en un diámetro diminuto una y otra vez una y otra vez, lo vi desde lejos y cuando me acerque lo suficiente le dije que se iba a marear al punto de vomitar y me respondió “eso espero” esta vez no dije nada y sigilosa me aparte de la escena analizando por que un niño de 9 años disfrutaría esa acción.

Pero la mañana del sábado 8 de diciembre el pequeño Sebastián causo consternación, escuche unos gritos y como buena oidora (shute) Salí a ver que sucedía en el frente de mi casa, entonces estaba Sebastián, con dos cartones de en cada brazo en la orilla de su terraza balanceándose como todo un malabarista, recuerdo que su abuela le gritaba con una voz desafinada “bájese mijo” y Doña Blanca gritaba “se va a tirar, se va a tira” lo que yo encontraba inapropiado debido a que en cualquier momento la abuela se desvanecía de un infarto,  entre más le gritaban y le hacían señas que se retirara del precipicio el con mas ansias se acercaba más a él, algunos niños de la colonia salieron y entre murmuros se decían unos a los otros “ese si es un loco” estuvo así como unos 15 minutos con el alma de todos pendiendo de un hilo y después de algunas lágrimas de la abuela Sebastián simplemente bajo, así nada más, yo esperaba un discurso de despedida mínimo un “adiós mundo cruel” o tal vez un acto heroico de algún vecino valiente, o quizás unas lágrimas de Sebastián dirigiéndose a su abuela, para serles brutalmente honesta esperaba drama pero no, el pequeño Sebastián bajo del precipicio hasta el primer nivel y al ver a su abuela llorando y  tras el asombro de unos 7 vecinos que se habían ubicado en el área dirigió su mirada hacia arriba y dijo “esta alto verdad” su abuela dolida tras el incidente lo tomo de la oreja y tras gritos y reprensiones lo entro de ese manera a la casa tras un somatón de la puerta de metal, todos los demás nos quedamos en el lugar hablando y suponiendo e inventado historia acerca de los hechos del suceso, “ese se quería matar” decían algunos “payaso el Sebastián” mencionaban otros, pero yo que en ocasiones suelo encontrar un ideal filosófico deduje que Sebastián ajeno a este mundo y prisionero de su  mente, quería volar, y tal vez él no es un gran héroe o una persona tan brillante, es más probablemente jamás nadie escuche de él, pero considero que las personas peculiarmente diferentes son dignas de conocer, por lo tanto el pequeño Sebastián  desde ese sábado 8 de diciembre lo saludo como “Sebastián el grande” y él se sonríe.


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