Teníamos en mente una idea y tal vez era el ocio que nos
carcomía la vida, pero al final era una idea, la idea sin gestión no existe por
lo tanto decidimos ponernos en acción, mi cómplice mi fiel compañera mi hermana
y amiga (porque se lo ganado y por
sangre obligatorio) Jessica Juracán.
Todos los días de camino a casa, en el semáforo de la 4ta
calle zona 3 de Mixco a un costado de MacDonals de la San Juan más conocida
como “la calle ancha” existe un desfile interminable de cinco o seis niños que
intentan aclararnos la vida con un poco de agua sucia derrepente esparce un
chorro en el vidrio del carro seguido de un limpiador más sucio que limpio, si
uno es lo suficientemente astuto y hace una señal de “no” acompañado de un
gesto molesto, su carro y su vidrio saldrá invicto de tal asedio, una y otra
vez estos personajes elaboran este mismo proceso cuando el semáforo esta en
rojo y una y otra vez son rechazados por los automovilistas que luchaban contra
el asedio de las aguas sucias en el vidrio de su automóvil.
Me había vuelto una maestra de los ademanes y gestos para
incentivar un “no” en la carita de estos pequeños, pasaban al costado del carro
sabiendo que su rechazo era fulminante e irreversible, mi hermana que va por la
vida preocupándose por sus propias narices pero eventualmente estudia para las
narices de los demás (estudia medicina)
observo como estos niños comían felizmente y emitió un comentario mientras
esperábamos la luz del semáforo tornarse verde “Pobresitos se están todo el día
en ese trabajo” al verlos más de cerca y
tener tiempo de sobra pues el semáforo se comía los minutos, note sus zapatos
inexistentes, sus ropas sucias, su piel re quemada por el sol y trate de
calcular la distancia que recorrían del semáforo hasta el último carro que
limpiaban o intentaban limpiar, serian tal vez unas 3 cuadras de cada rojo del
semáforo y de regreso.
Pensé en la vida de esos pequeños en los acontecimientos que
ellos o sus padres (mas sus padres que ellos) abrían cometido para reducir sus
vidas a ese trabajo tan arduo, un dolor gigantesco invadió mi existencia, al
imaginar sus brazos cansados, sus pies exhaustos, sus tristes rostros quemados
por el sol. Quería conocerles, saber quiénes son, quería saber su historia,
sentarme con ellos, compartir una tarde, darles un abrazo quería conocer su
vida.
Ese era el objetivo, para la misión. Entonces inicio la gestión, compramos
galletas jugo y juguetes los metimos en
una bolsas y como si fuera nuestra armadura salimos en el carro a buscar a
estas pequeñas victimas de nuestro objetivo,
algunos de ustedes leerán esto y sabrán precisamente a que niños me
refiero, el primero se llamaba Joel lo llame al carro y le entregue la bolsa,
el no sonrió, ni siquiera agradeció, solo nos veía asombrado,
-¿cuantos hermanos tienes?- le pregunte
-Tres- respondió
Mecánicamente mi hermana me entrego otras tres bolsas las
cuales le obsequiamos, él estaba feliz pero no podía agradecer, sin duda no
estaba acostumbrado a que alguien hiciera algo bueno por él.
La segunda entrega fue frente al centro comercial Monserrat en
la calzada San Juan, al medio día que pase habían dos niños eran las 5 de la
tarde y esos pequeños obreros del destino, seguían en el mismo lugar,
intentando limpiar vidrios y siendo rechazados una y otra vez, me estacione y
llame a una pequeña niña, se llamaba María, estaba descalza, sus pies vestían suciedad,
su rostro estaba tostado, su cabello era largo y andrajoso, le dije -niña vení-
ella cruzo la calle presurosa y entusiasmada, le entregue una bolsa, su rostro más que de agradecimiento era de interrogación, me imagino lo que pasaría por
su mente, un ¿Por qué? tal vez, me dijo
que tenía más hermanos en casa, le hice prometer que no mentía y me dijo con
ojos agradables, tengo dos hermanos más, mi hermana alisto dos bolsas mas y se
la entregamos, le pedí una abrazo y afectuosamente la abrace ella apenas me
toco la espalda, realmente no recuerdo su olor, pero recuerdo el sentimiento,
era paz, era un nudo en la garganta, era emoción, era lo que se sientes cuando
realmente haces algo bien, de su vida poco me contaron, tal vez no pregunte
bien, pero aún me quedan 10 bolsas y muchos niños.
Entendí por fin que ellos no dicen gracias, porque nadie les
dio…
El regreso a casa fue silencioso, pues no podíamos decir nada para complementar ese momento, ya todo estaba dicho y mucho mejor aún, ya todo estaba hecho. (Por hoy)
Sin palabras :-) ...
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