Era el año de 1979 en Guatemala, la estructura de la
Universidad de San Carlos resguardaba los ideales socialistas en un mundo de
intelectuales. En un salón de esquina con 120 estudiantes educaba el nicaragüense
Horacio Cabezas de Vaca, para ese tiempo el rector Raúl Molina había colocado en
el pensum la clase de Social Humanística, donde se educaba el movimiento dialectica y comunismo como ideal social.
“Bueno jóvenes y no tan jóvenes, la biblia es una fantasía,
ese es un invento capitalista para mantener todo en orden, porque si Dios
realmente existiera fuera comunista” Gritaba
a todo pulmón Horacio Cabezas al frente del salón.
Al final del salón dos jóvenes murmuraban acerca de este
comentario, pero jamás en voz alta porque eso hubiese sido un crimen contra su
propia vida y carrera universitaria. E.J. y el apodado “Pilita” (pues su tamaño lo había
hecho acreedor de ese nombre, el día que los bautizaron para su ingreso a la facultad
de ingeniería, al introducirlo en la pileta, notaron que no alcanzaba el fondo)
por lo tanto Mario Calderón era conocido
en el edificio universitario como “Pilita”.
E.J. era un amante de las matemáticas, apasionado por los números,
de una familia religiosa y trabajadora, de él se sabía que por unos 25
quetzales hacia exámenes de matemáticas por los demás,
por 50 los de física, solo le tenían
que entregar un sobre con su número de carnet nombre completo y la tarifa ya
estipulada.
Estos eran agentes observadores y ajenos a todo lo que sucedía
en el ámbito político de la universidad, en ocasiones asistían a las conferencias
de Oliverio Castañeda porque E.J. admiraba su nivel de autoridad y pasión, su
oratoria era impecable y su poder de convencimiento magnifico.
Estos dos discutían acerca del comunismo E.J. como buen matemático
asignaba un valor probabilístico a dicho ideal y Pilita como buen creyente
afirmaba que algo bueno estaba a punto de suceder pues muchos intelectuales se unían
a la causa.
Estos dos asistieron a la manifestación de la 6ta avenida y
facultad de medicina en esta fue precisamente donde E.J. decidió renunciar a
las posibilidades de unirse de lleno a este movimiento pues fue testigo de un
linchamiento.
-Un oreja- grito un
estudiante señalando a otro y pronto se armó un tumulto de gente que arrastraba
a los dos amigos como olas del mar al matadero, como pudieron lograron salir y
subirse a un árbol, donde observaron la vida de un estudiante infiltrado por el
ejército desvanecerse a base de palos y golpes.
E.J. decidió
separarse de dichos ideales, dejo de asistir a las juntas incluso
faltaba a su clase de social humanística pero Pilita fiel a sus ideales continuo con fe en el movimiento revolucionario. Se unió a los dirigentes de
la Asociación de Estudiantes Universitarios y trascurría sus días repartiendo propaganda
clandestina.
Después de unos meses se encontraron en los pasillos y
decidieron caminar a la salida juntos para tomar el bus, eran las 7 de la noche
y caminaron hasta el periférico, los dos
a la orilla del arréate se reían de sus aventuras pasadas y amores perdidos, cuando
de frente observan dos sombras que se acercaban, al principio eran
pequeñas pero conforme pasaba el tiempo se hacían cada vez más grandes, un frió invadió
la espalda de Pilita, E.J. guardo la compostura y dijo entre dientes:
-son soldados Pila-
Pilita respondió -Parece que si-
E.J. conociendo los
ideales de su amigo pregunto con vos temblorosa: - ¿traes algo?-
Pilita no respondió.
Justo cuando E.J. intento volteo a ver a Plita, ya tenía a
los soldados en sus narices, uno más alto que el otro.
-Tan tarde caminando-
les dijo el más alto
-De regreso a casa
jefe- respondió E.J. -vivimos en la 9na avenida entre 13 y 14
calle, pero ya no encontramos buses-
(Recordemos que para ese tiempo, ser universitario era sinónimo
de comunista o posible comunista)
Pilita no decía nada solo observaba hipnotizado las botas
del soldado pequeño, como si esas botas fuera el santo de su salvación.
-A ver las mochilas- dijo el soldado alto
E.J. rápidamente se quitó la mochila de la espalda y la entrego,
de modo que la mochila de Pilita quedara
oculta por la noche o el descuido de uno de los dos soldados.
Los soldados abrieron la mochila de E.J. y sacaron todos los
libros, cuando sacudieron uno de los
cuadernos cayeron varios formularios, con operaciones cuadráticas y ecuaciones
lineales, el más pequeño de los soldados dijo: - ¡y esto!-
Tanto Pilita como E.J. petrificados del miedo no
respondieron, pero el soldado alto tomando los formularios y viendo los dos
lados dijo: - déjalos ir son músicos.- (confundiendo las formulas con pentagramas)
Entonces el soldado devolvió
la mochila y les dijo: - váyanse y con cuidado-
Los dos jóvenes apenas y le contestaron y siguieron
caminando sigilosos sin mencionar ni una sola palabra hasta que los soldados se
perdieron en la noche.
-Pilita tené cuidado, mira hoy nos hubieran llevado las dos,
menos mal que esos soldados burros no tienen educación, porque si no nos matan.-
-Si tenés razón y mira que mi mochila ni la revisaron,
porque si no, nos remata, pero bueno hoy no me tocaba.- respondió Pilita a los
reproches de E.J.
Estas fueron las últimas palabras, los dos se separaron
rumbo a sus casas y fue el final de esa noche.
Pero las advertencias de E.J. no fueron escuchadas por
Pilita, porque meses después no existía y no digo no existía como: murió y su
cuerpo dejo de existir, me refiero a no existía como: desapareció de la faz de
la tierra, nadie lo encontró no dejo rastro, unos dicen que fue exiliado otros
dicen que es de los “xx” pero la verdad nos quedara como ausente siempre.
E.J. ahora es un empresario, tiene esposa e hijos, ideal político: ninguno, se dedica a vivir, apenas
recuerda a su amigo Pilita, pero recuerda esa época como una sombra.
Una tarde acompañado
de un café, le contó esa historia a su hija y añadió:
“Nosotros éramos el resultado de una lucha de pensamientos,
se mataban entre dirigentes políticos a veces ni sabían porque, pero esa era la
violencia de antes”
Suspiro viendo hacia la ventana con la mirada perdida y dijo
¿Estas lista para irnos?
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