Cuarenta y Seis

Quien iba a decir que dos almas tan distantes iban a encontrar refugio en un solo corazón.
Estaba lloviendo y todo apuntaba hacer una tarde común y corriente en San Pedro Sololá, las gotas caían como rebotando en las pocas calles pavimentadas del lugar, Ana caminaba por el pueblo debajo de un triste paraguas negro que apenas alcanzaba a cubrir su joven cuerpo, con un canasto de tortillas a su costado intentando llegar a su trabajo con el mandado que se le había encomendado, ya hacia un tiempo que ella era huérfana y vivía con unas amigas en un pequeño departamento del lugar, me corrijo, ellas no vivían, mas sobrevivían. Sus trabajos involucraban limpiar piscinas, ser meseras, limpi
ar baños, no tenían estudios es más, a veces ni les hacía falta leer en su vida diaria.
En esa tarde la lluvia inicio más fuerte como acribillando el mísero paraguas de Ana y decidió refugiarse en una esquina donde una pequeña pestaña salía y cubría un celestial espacio de la lluvia, cerro el paraguas y se paró un rato viendo como el agua salpicaba sus sandalias y a la vez sus pies. En eso vio como un hombre de  unos 40 años saltaba de charco en charco como a una cuadra de donde ella estaba, tratando de esquivar la lluvia, cuando se iba acercando se dio cuenta que era un Gringo que vestía un short una playera que la lluvia egoísta habían mojado completamente, además no podían faltar las clásicas sandalias que aparentemente es reglamentario utilizar antes de viajar algún pueblo en Guatemala. (Los adquieren junto con la visa) este al verse indefenso ante tal lluvia vio el refugio de Ana como una opción vital de sobrevivencia ante los balazos de lluvia que perforaban su cráneo. Entonces se colocó con rapidez junto a ella y dijo  -eskiusmi mucha lluvia, compremiso- ella como buena guatemalteca que no sabe ingles  lo vio para arriba y sonrió con la boca cerrada entonces observo detenidamente sus ojos y eran celestes como cuando al lago le pega  al sol al medio día, el Gringo la observo y vio en ella más que a una mujer, vio una sonrisa, y ya saben lo que dicen, cuando un hombre ve en una mujer una sonrisa.  (El mundo se detiene)
Él le dijo –mucho guste yo llamar Jayce-  ella lo volvió a ver y volvió a sonreír (Él se encantó)            -mucha lluvia esta callenda- dijo el Gringo, ella volvió a reír, (Él se volvió a encantar) así esperaron que se calmara la lluvia los dos intrigados el uno con el otro veían como caía gota a gota y la salpicadura mojaba sus pies descubiertos, de distintas tonalidades pero bajo la misma lluvia. Ella dijo –ya está pasando- viendo directamente para la lluvia, Él la vio encantado, su cabello era ondulado y el efecto de la lluvia sobre el mismo la hacían ver como la perfecta amazona en la selva, observo que estaba temblando y le dijo –tú tienes mucho fría- ella sonrió y le respondió –si Don, por la mojada- -¿como esu nombre?- le volvió a preguntar,  ella respondió –Ana Marroquin- (porque un latinoamericano siempre tiene apellido) –mucho guste Ana, yo soy Jayce- Buena tarde Don Yeis dijo Ana abriendo su paraguas y pegando un salto al pavimento, al ver esto Jayce la siguió y le dijo – hey weit, can ai col iu, ai want tu si yu agen- (hey weit can I call you, I want to see you again) (hey espera, puedo llamarte, te quiero volver a ver) Ella asustada por el acercamiento del individuo camino más rápido, siempre tan amable sonriendo hasta que el Gringo se le puso enfrente a modo de que sus pasos no dieran ni un movimiento más, se quedaron congelados por un momento hasta que ella lo rodeo y camino, entonces el entendió la evasión y pensó para sí mismo, ¿la sigo? ¿Lo intento de nuevo? O ¿me arrepiento para siempre?, al ver que ella ya se había alejado se decidió caminar a su destino con la cabeza abajo, sin percatarse que la lluvia seguía cayendo sobre ella esta vez un poco más densa.
Entonces  terminó así la historia que un día escribí, (si el destino no fuera una jugarreta del hombre)

Así que como el destino fiel amigo de la esperanza los volvió a unir, aunque ella se había resistido hablarle al Gringo sabía que dentro de ella algo había pasado, pues su mente la traicionaba y en ocasiones se encontraba pensando en él, por su parte él se había rendido a la idea que esa sonrisa aunque olvidada y perdida era suya, la atesoraba como un recuerdo imposible, (por que quiere) de borrar, el viernes a las 6 de la tarde ella cumplía  con sus trabajo en el restaurante y de improviso la enviaron al bar, pues había ocurrido un percance con un cliente, a lo cual ella asistió presurosa con escoba y sacabasuras en la mano, ella se dirigió al lugar a levantar los pedazos del vaso roto que un cliente accidentalmente había tirado en la fiesta del bar junto a la piscina, él se encontraba en el muelle hablando con unas cuantas amigas cuando de improvisto el destino provoco en él un llamado de la naturaleza, así que camino hasta el área de la piscina para dirigirse al baño, justo cuando levanto la mirada observo a Ana de rodillas colocando el sacabasuras en el piso de modo angular, se sorprendió tanto que se pasó las manos sobre los ojos en señal de asombro y al acercarse un poco más la decidió abordar, -Ana, Ana como está usted- le dijo sorprendido pero feliz de haberla encontrado, ella un poco tímida y sorprendida levanto la mirada y sonrió y en voz baja dijo –hola señor-  el observo como ella limpiaba el área afectada y le dijo –tu trabajar aquí te verer  más seguido- y precisamente así fue, después del encuentro Jayce averiguo los turnos de Ana y coloco en su lista de imposibles su nombre, aunque Jayce ya había vivido 26 años más que Ana conocía muchas técnicas de conquista, pero ninguna podrían alcanzar a esta veinteañera inconquistable, en los planes de Ana no estaba enamorarse, mucho menos de un Gringo de 46 años, es más Ana no tenía ningún plan vivía su vida sin aventura solo esperando sobrevivir al día siguiente, por las mañanas cuando ella limpiaba las habitaciones el esperaba que llegara a su habitación y se sentaba en una esquina a leer mientras ella tendía la cama, y la observaba sin que ella se diera cuenta, un día coloco una rosa blanca entre sus sabanas y observo emocionado como ella la encontraba al hacer su cama, pero fue una reacción diferente a la que él esperaba, pues al encontrar la rosa ella la tomo entre sus  manos y casi mecánicamente la coloco en su mesa de noche, prosiguiendo con el trabajo.
En las tardes cuando ella se encargaba del restaurante, el accidentalmente derramaba el agua y en ese momento llegaba Ana con un trapo en sus manos para solucionar el problema (o el capricho) ya había pasado un mes y todas estas técnicas ofensivas no parecían funcionar, así que un día con el afán de encontrarla y que lo encontraran el hizo la cama como tantas veces había visto que ella la hacía, limpio el baño, arregló su ropa, coloco todo en su lugar hasta sacudió  la parte de atrás del televisor, entonces cuando ella entro se vio con la sorpresa que ya nada tenía que hacer en esa habitación pues su trabajo ya lo había realizado él.
Ante tal acción ella se conmovió y al llevarse la mano a la mejía le dijo –muchas gracias- él la tomo de la mano y le dijo –yo solo quiera platicar un poquito contigo- ella no se pudo resistir ante tal amabilidad y accedió, así que se sentó en la cama y el jalo una silla e iniciaron una conversación (con mucho esfuerzo) él le conto porque había viajado a tierras tal lejanas y por qué había elegido Guatemala, ella le conto que sus padres habían muerto hace poco, entonces ella le hizo un pregunta que era primordial para que la relación avanzara, -¿porque un hombre de su edad, está soltero?- el respondió con toda honestidad, y le conto que cuando él estaba joven se había enamorado de una mujer la cual iba a convertir en su esposa, pero por una mala jugada del destino a esta le había dado cáncer y había muerto justo antes de la boda, esto conmovió a Ana e hizo que su feminidad se acercara mucho más a él, la atracción física era inimaginable, aunque la diferencias de edad era considerable no les impedía que tuvieran grandes cosas en común, ella pensaba que el lago era un mar y él pensaba que el mar era el mar. Sus encuentros se fueron haciendo más concurrentes él se perdió en su sonrisa y no quería ser encontrado, ella nado en la laguna de sus ojos y quería ser naufraga, así sucedió el primer beso en el muelle, junto al lago de testigo que acaricio sus cuerpos mientras anochecía, todos pensaban que tal amor no solamente era ilógico si no también inapropiado, las amigas de Jayce pensaban que él era demasiado interesante y propio, todo un caballero para ser desperdiciado en una mujer con unas manos tan maltratadas, las amigas de Ana pensaban que él era un Gringo cualquiera y que pronto la embarazaría y la dejaría botada, esto le dio más interés a la relación.
Ella no sabía mucho de la vida, él le enseñaba y como escuche una vez “no siempre se trata de enseñar muchas veces hay que aprender” él fue aprendiendo más  español, ella aprendió solamente una palabra en inglés y cuando fue el tiempo correcto la dijo –I love you- él dijo también en el tiempo adecuado –yo también te amo- visitaban lugares que los turistas no conocen, como la montaña escondida, donde se ve todo el pueblo, o la laguna del muerto donde se puede nadar desnudo y a nadie le importa, o visitaban el cielo, de vez en cuando, cuando se encontraban solos, en su habitación.
Se enamoraron tanto que él amaba que ella dijera su nombre mal pronunciado “yais” ella lo amaba tanto que le enamoraba  cuando con esfuerzo Jayce le decía “miarmor” él le dio sueños ilusiones, le contaba antes de dormir de sus infinitos viajes y que había un mundo después de San Pedro, ella le contaba las leyendas del lago, y que había un mundo después del mundo.
Nunca había soñado ella con poder estudiar, o tan siquiera conocer otro lugar, así que un día el decidió sorprenderla y justo después de su trabajo la subió a una lancha y se dirigieron junto en un auto rentado a la ciudad de Guatemala (GUATEMALA CITY) le dijo el taxistas que los llevo, ya en el a ciudad él podía observar los ojos de ella, llenos de ilusión y éxtasis iluminados con las luces de la ciudad, (se) comieron en un restaurante muy elegante donde ella no tenía que lavar los platos, ante la mirada desagradable de todos por la diferencia de edades, se amaron sin inhibiciones, y ahí en la cima de un edificio él le hizo la pregunta más audaz que pudo hacerle, -te quise enseñar la ciudad porque se que nola conocías, pero después me pregunte ¿Qué más te pede enseñar este viejo? Y deduje que el amor podría ser la lección perfecta,  entones Ana déjame amarte como nadie la ha hecho, y déjame hacerlo para siempre- sacando un anillo de su bolsa y colocándolo en su áspero dedo, la bella Ana, ella sucumbió ante tal gesto de humildad que ningún hombre de su cultura le habría mostrado y en la epifanía de lo honesto, su corazón se abrió ante una palabra, -si-
Regresaron al pueblo con esa ilusión tan grande, se casarían a finales de diciembre y finalmente el la llevaría a su pueblo Connecticut a conocer a su familia y algunos amigos que había dejado olvidados en ese lugar, su amor era un amor honesto que no media las edades ni la diferencia de culturas, mucho menos el idioma pues no notaban como él decía “miarmor” y ella “miamor” al final de cuentas el sentimiento era el mismo, por lo tanto habían decidido vivir juntos pues no podían pasar ni una sola hora separados sin extrañarse entonces alquilaron un departamento sin mucho, pero con lo necesario en el pueblo y lo ambientaron con lo poco que ella tenía y lo mucho que él podía comprar, y así vivieron los mejores 3 meses previos a la boda.
Un día cuando ella regresaba a su casa al abrir la puerta se encontró con Jayce tirado sobre la alfombra, con la mano en el pecho, se asustó tanto que pego un grito corriendo hacia el preguntándole que le pasaba, el apenas y podía responder, así que corrió a la calle principal a pedir por ayuda, algunos vecinos la ayudaron a colocarlo sobre la cama, y los niños del pueblo corrieron en busca del único doctor de todo el lugar, cuando llego Don Miguel el doctor le dijo a Ana ignorando todo diagnóstico, -Ana hay que llevarlo al hospital-, entonces con ayuda de los vecinos lo cargaron hasta una lancha, siempre con Ana de la mano bañada en lágrimas la lancha zarpo en medio de la lluvia con rumbo al hospital de Panajachel, en el camino el abrió los ojos y vio a Ana llorar de frustración al saber que nada que ella hiciera cambiaria esta situación, entonces el acaricio su mejilla y le dijo –te enseñe amar, mi pequeña niña guatemalteca, ojos de carbón, piel de durazno, you are and always will be my love (tu eres y siempre serás mi amor), ella lloro un poco más antes de limpiarse sus lágrimas y fue allí donde noto por primera vez las arrugas de Jayce, entonces la lancha se detuvo y ella entendió que era el final, lloro sobre su pecho desconsolada, y sintió su último aliento, el lanchero observo el cuadro y supuso que no importaba que tan rápido hubiera llegado, este era el destino de la pareja.
Cuando llegaron a Panajachel, lo declararon muerto de un ataque cardiaco, ella lloro desconsolada por unas 6 horas hasta que alguien le dijo que era tiempo de hacer los preparativos del entierro, como era su deseo lo enterraron en San Pedro, ella se vistió de blanco ese día, y todos lo lloraron un poco, ella lo lloro toda la vida, al llegar a su casa su agonía de tristeza era tanta que tenía que salir, al pasar por su lugar de encuentro en aquella lluvia se quedaba tirada con las manos en el rostro llorando como quien lo ha perdido todo. Era tan común verla llorando por el pueblo que las mujeres pasaban tocándole la espalda rogando por consuelo, algunas la encontraban en el muelle y la llevaban de regreso a su casa, estaba sola,  le dolía el alma, le dolía la vida.
Entonces decidió partir, se estaba ahogando en la miseria de la soledad, le estaba costando vivir por lo tanto vendió todo lo que tenía y decidió viajar, primero se fue a la ciudad, ahí trabajo para olvidar, pero se vio inmersa en el dulce dilema que lo que en realidad tenía que hacer era trabajar en olvidar. Así que decidió viajar fuera de Guatemala, se estuvo de un país a otro, conociendo todo lo que alguna vez Jayce le había contado, veía lugares y se imaginaba junto a él, así pasaron los años, hasta que cumplió 46 estaba en Roma arriba del coliseo como siempre, pensando en Jayce, cuando un Joven Griego le pregunto la hora, ella con la mirada perdida en el horizonte en la noche  no respondió, el Joven insistió tocándole el hombro, ella sorprendida lo vio a los ojos y sonrió para luego mirar su reloj -10:30- dijo regresando ver al horizonte.

-En que piensa- le dijo el cómo en intención de que ella lo volteara a ver, ella lo volvió a ver, y encontró en el Joven Griego una mirada tan tierna y encantadora con una inocencia tan inmersa en ella que la cautivo, comprendió por fin su destino, el destino que Jayce le había marcado en su vida, los mayores de 40 enseñan a amar.





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