Es un día de celebración y orgullo nacional reciclable, pues
recordamos hoy con orgullo y ondeamos la bandera, para después guardarla para
el otro 15 de septiembre que, cansado de ser olvidado, volvemos a recordar.
¿Pero que realmente celebramos el 15 de septiembre? ¿Una
independencia política, religiosa o económica? ¿Acaso celebramos una
independencia territorial o finalmente liberarnos de una opresión española?
Hoy estoy afuera del palacio nacional, esperando que alguien
se detenga y se haga en realidad estas peguntas; un ambiente de euforia,
emoción y alegría se respira por todo el lugar. Música por todos lados, la
gente celebra, chocan los vasos de cerveza, baila, llevan la playera de la
selección, ondean las banderas de Guatemala, el palacio imponente con una
belleza majestuosa se ve iluminado, y
alrededor de la fuente miles de personas esperan poder gritar por fin “Viva
Guatemala”.
La noche va cayendo y en su virtud de tinieblas, se va
ocultando también la verdad.
Esta independencia ficticia que todos celebran, esta
independencia protocolaria que todos esperan se ha hecho tan enfática que se ha
olvidado la verdad.
¿Y si partimos del hecho de que la verdad libera?
Somos todos unos prisioneros.
Quiero regresar a 1820, y probablemente es una fecha que no
consideramos importante, y mucho menos celebraremos; es el primer pueblo de
todo el territorio Guatemalteco que se declara independiente, este derroca el
poder español e impulsa durante gloriosos 20 días un gobierno propio conocido
como el Reino de Guatemala. El pueblo de Totonicapán se levantó con garra y
fuerza para enfrentar a un país entero. Dirigidos por Atanasio Tzul se declaran
libres de toda atadura económica, social y política. Que orgullo Guatemala! Los
primeros libertadores: un pueblo indígena, una pasión incansable, aunque su
facultad de héroes sea ignorada por el terrible hábito de olvidar, hoy los
quiero recordar.
El 15 de septiembre de 1821 empiezan los fuegos
artificiales, la multitud se vuelve loca, todos celebran esta independencia
fugaz pues solo dura un año, ya que en 1822 nos convertimos de nuevo en
prisioneros por necesidad.
Después nos unimos a
México ¿Dónde quedo esa independencia que tanto anhelábamos? Donde estaba
aquello por lo que luchamos, donde quedo el supuesto grito de Doña María Dolores Bedoya, seguramente avergonzado en una esquina del salón.
Consideraría que ya era
tiempo de una verdadera independencia.
Sabíamos que teníamos alas,
pero no sabíamos volar.
En 1823 seguimos sin ser Guatemala, ya tenemos
nombre pero no identidad, nos levantamos bajo el nombre de Las Provincias Unidas
de Centro América y surgen las guerras civiles, aun oprimidos por gusto y por
sugerencia Guatemala encuentra en Rafael Carrera un alternativa de liberación,
este apoyado por los campesinos inicia una exitosa campaña y vence así a Morazán, dirigente de Las Provincias Unidas de Centro
América
Y desde ese 1821 tan
aclamado y que hoy veo que todos celebran, yo mejor recuerdo un poco más el año
de 1847 que después de 27 años finalmente Guatemala es declarada formalmente
como una república soberana e independiente.
Y es entonces cuando en
medio de la algarabía de las banderas patrias, de los gritos, los pitos, la
bulla, los tambores, las bandas, las marchas, me pregunto…
¿Qué celebran?
Me llena un increíble vacío
en el corazón, me encuentro estática en medio de tanto, Guatemala está nadando
en un mar de ignorancia, Guatemala ¿Cuándo fue tu verdadera independencia?
Así mismo me pregunto ¿qué
habría que celebrar?
Nadie ama algo con certeza,
hasta que lo conoce bien,
Y hoy me declaro
independiente de la ignorancia hacia la historia de mi país, porque la amo, la
conozco como quien con añoranza recuerda cada parte del pasado.
Con tristeza recorro una vez
más la plaza central, observando a su gente, a su pueblo, hoy no participaré de
la celebración, pero confió que un día este país entenderá el infinito arte de
conocer lo que se ama.
Guatemala no mueras sin recordar.
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