A él le gustaba leer, leer todo, leía miradas, leía
sonrisas, devoraba libros, leía cartas, leía notas, anuncios, guías
telefónicas, leía manos, leía corazones, amores, personas, pero más que todo leía
poesía.
Tanta era su obsesión con la lectura, que como suele pasar
(siempre o casi siempre) se enamoró de ella.
De las letras.
Entonces se volvió un adicto a los puntos, las comas, las
frases, poemas, canciones, cuentos, ensayos, ideas. (Embarradas en un papel,
con tinta)
La secuencia de las palabras con fonemas distintos, el mecanismo
de la mente al colocarle un significado al proceso de gestión de formación
estética.
Todo lo hacían ser FELIZ (no “feliz”)
Se enamoró de la lectura una mañana en la cual sus pensamientos
no fueron suficiente y al salir de su
casa leería lo que cambiaría su vida, en una banqueta con letra infantil y a
yeso un niño sin duda gestiono lo que parecía ser su primera poesía (Antonia te
amo) entonces se dijo; La inmortalidad del sentimiento, plasmado en un texto.
Desde entonces era de esperarse que cuando llego la hora de
enamorase (esa hora, mortal) se enamoraría de una mujer que fuera poesía.
La conoció y le pareció una mujer normal (si eso existiera),
pero cuando dijo su nombre, Rrenata y
seguido dijo, se escribe con una “R” pero se pronuncia con dos, supo que había
encontrado el amor de su vida.
Ella lo cativo como un título llamativo
A los meses indago en su índice
Un año había pasado cuando le presentaron a su prólogo.
Cautivado por lo que los demás decían de ella se aventuró en
sus páginas
Capítulo I: Entorno
histórico, sus torneadas piernas habían andado por muchos lados, y cada muslo
contaba una historia.
Capitulo II: El
personaje, había seducido al lector, con
esos labios con esos párrafos.
Capitulo III: El
nudo, se encontraba entre el papel y las palabras el mortal pero maravilloso
espacio del amor, amor de los textos.
Capitulo IV: Esto
ya había extendido lo realista, había pasado de ser un ensayo superfluo a poesía
pura emanada del barroquismo literario.
Por lo tanto con la
irremediable noción de que su cuerpo ya no le pertenecía, sino ya era de aquella
que sus ojos provocan un beso, se dejó llevar, por cada palabra, se comió cada
verso, acaricio cada frase, nado en lo delicado de sus párrafos, beso los pies
de página.
No dejo ni el número ni los márgenes sin tocar.
Leyó con pasión la cadera de sus poemas hasta llegar a la
gloriosa rima donde todo cobra sentido
Capítulo V: (xxx)
Capítulo VI: después de la inexhaustible ola de amor que
aquel lector y escritor leyeron por horas se encontraron con un con las miradas
fijas, profundas y ante la intención de pronunciar algo inadecuado callaron por
algunas horas, hasta que el osadamente pregunto:
¿Y el Tomo II?
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